La innovación ha sido una de las últimas propuestas formativas en las que me han pedido colaborar. Me encanta participar en el desarrollo personal y profesional de las personas y de las organizaciones. Para mí es un lujo tener la posibilidad de compartir la experiencia entre grandes profesionales, empeñados en su mejora permanente, abiertos al cambio. En esta propuesta, en la que pude compartir el aprendizaje con docentes universitarios, les planteaba esa pregunta: qué es la innovación, cómo abordarla en el aula para ser los líderes del cambio que deseamos ser, que queremos generar y en el que deseamos participar. La palabra más certera sería co-crear.
Una de las personas con las que me formé comentaba que el Coaching era un trabajo en el que pagaba uno y aprendían dos, el coachee y el coach. Esto es lo que a mí me sucede con cada curso, taller o encuentro en torno al desarrollo de nuestra inteligencia emocional, de nuestra comunicación con el mundo, de nuestras habilidades en las relaciones, de nuestras competencias en grupo y en equipo. En cada una de estas ocasiones sigo aprendiendo y ninguna de ellas es igual a ninguna otra.
Es una suerte poder dedicarme a lo que me apasiona. Y esto no significa que no me suponga un esfuerzo, que no me cueste, que no acabe cansada, incluso agotada o un poco más, que no me duelan algunos de estos aprendizajes que vivo en primera persona del singular, en mí misma y para mí. En este caso lo que singularmente aprendo es cómo gestionar más eficazmente mis emociones y cómo seguir haciéndolo mejor.
¿Te has sentido alguna vez desbordada por algo a lo que ni siquiera podías poner nombre?
Las emociones nos suceden, nos ocurren, nos invaden a veces, no desbordan si cabe y se lo permitimos. La clave está en darme cuenta de qué me está pasando, dejar que suceda, darle un tiempo y un espacio a que se exprese y luego indagar, ¿qué pensamiento hay detrás de esa emoción, de eso que siento? Descubrirlo es el proceso de mejora constante y, como consecuencia, de innovación.
¿Qué puedo hacer diferente para tener otro resultado?, ¿qué debo mantener, optimizar o impulsar aún más?, ¿qué puedo disminuir o eliminar, definitivamente o por el momento?
A veces son pequeños cambios y muchas de las veces son sólo eso. Tan pequeños que puedo ser yo la única persona que los note al principio. Como la primera onda en un estanque. Pero, ¿qué pasa con las siguientes? Sí, eso, lo que estás viendo ahora, la imagen que te devuelve tu mente. Lo que pasa es que acaban en una enorme ola que se extiende hasta los extremos y termina por abarcarlo todo.
Les preguntaba a los alumnos-profesores, ¿qué hacemos antes de innovar?, ¿cómo es el ciclo de la innovación? I + D + I son las siglas con las que hace años se identifica en las empresas esta secuencia de mejora: investigar, desarrollar e innovar. Y cuando nos planteamos innovar en el aula para liderar el cambio, ¿de qué estamos hablando?
Para investigar invertimos recursos, personales, materiales y financieros, con el fin de obtener ideas. En la fase de desarrollo, esas ideas son puestas en práctica y testadas para su optimización. Finalmente, al innovar lo que hacemos es invertir nuevas ideas para obtener fuentes de recursos renovables, avanzando por otros caminos, manteniendo o descartando algunos de los ya conocidos.
Esto significa que he de saber qué hago y cómo lo hago antes de planificar alternativas. La mejora tradicional se inicia con el diagnóstico de la posición de partida y de la proyección de a dónde quiero llegar.
Para ayudarnos a ver esto claro, invité a los alumnos a que se hicieran la pregunta que dejo aquí para ti: ¿quién eras antes de que alguien te dijera quién deberías ser?
Estamos tan acostumbrados a seguir caminos que otros han planificado por nosotros que a veces ni nos damos cuenta de que estamos andando o de que nos hemos parado y no sabemos dónde.
Podemos imaginar nuestras caras cuando alguien nos pregunta una cosa así: confusión, absurdo, desconcierto, incredulidad, sorpresa… Son el reflejo de las emociones que mostramos ante la incertidumbre, el no saber a qué atenernos o el no querer saber. A veces preferimos que nos señalen el camino y el ritmo. Creemos que es una forma de mantenernos a salvo, sin cruzar la barrera, sin exponernos, sin salir de la zona de confort.
Cualquier cambio que queramos introducir en nuestras vidas, también en lo profesional, como es el cambio en el aula, pasa por saber en qué momento del camino estamos y cuál es ese camino. Y cualquier cambio que queramos introducir en los otros pasa por experimentarlo nosotros primero.
Si yo no he experimentado lo que se siente cuando hago frente a una situación, sea la que sea, la más sencilla, la más trivial, cómo voy a poder acompañar a otra persona a vivir su propio cambio.
Liderar es liderar-me primero.
La responsabilidad de acompañar el crecimiento profesional de otros se ejerce en primera persona desde la propia responsabilidad con el compromiso de saber quién soy y quién quiero ser. Luego veré cómo hacerlo. Aprenderé a hacerlo, ensayaré caminos distintos y ritmos diferentes, los míos. Buscaré y encontraré alternativas, y momentos de parar y recapitular antes de seguir.
Acompañando el cambio desde el liderazgo en el aula de estas valiosas personas, los profesores, me di cuenta de cómo es mi propio liderazgo, de cómo lo ejerzo y qué resultados obtengo. Ésta es la propuesta más honesta que les pude hacer, mirar hacia adentro de ellos mismos, contemplarse en el espejo de sus compañeros y de sus alumnos y seguir indagando.
¿Qué puedo desarrollar, mantener, optimizar, reducir, eliminar y generar de entre todas las opciones a mi alcance, para ser la persona y la profesora líder que deseo ser, la que cubre mis propias necesidades, la que necesitan mis alumnos y satisface sus expectativas? Pregunto, me pregunto a mí misma y les pregunto a ellos. Me pongo en su posición perceptiva, como decimos en PNL. ¿Qué ve, escucha y siente cada uno desde otra persona que no soy yo, que es el otro?, y ¿qué puede estar dejando de ver, escuchar y sentir?
Me sitúo en el lugar desde el que observa el mundo, desde el observador que es, como decimos en Coaching. Y lo hago con su ayuda, con la escucha activa de sus conversaciones, de cómo se comunica, de cómo son sus interrelaciones.
Este cambio de perspectiva nos permitirá encontrar opciones diferentes, recursos propios que debo poner en juego, descubrirlos y entrenarlos. Seguramente me llevará a lugares ocultos muy a la vista, como son mis creencias, desde las que me permito o no actuar.
La mejor herramienta de un líder-coach es la escucha.
Practicarla eficazmente le facilita la investigación, el desarrollo y la innovación permanentes. Esa eficacia dependerá de su capacidad para compartir su mundo y entender el del otro.
La primera escucha a practicar es la de uno mismo, con uno mismo. Es sentarse y prestar atención a ese diálogo interno permanente que me pasa tan desapercibido cuando, sin embargo, determina mi sentir y mi actuar.
La segunda escucha es prestar atención al otro, a sus palabras y silencios, a sus gestos, a su postura, a su mirada, a su voz, a los cambios de respiración, a cómo se altera casi imperceptiblemente determinados aspectos de su piel a lo largo de su comunicación.
Por aquí empezamos juntos la indagación del mundo profesional de cada docente, del suyo propio y de cómo quería que fuera en adelante.
Es un viaje apasionante, lleno de descubrimientos, sorpresas y retos.
Se trata de un viaje que nos sacará de muchos lugares conocidos, de muchos espacios de comodidad y nos plantará cara a cara con nuestras creencias, nuestros retos, nuestras necesidades, nuestros valores, nuestras capacidades para ser quienes un día quisimos ser y quienes hoy estamos decididos a llegar a ser, en el aula, siendo líderes del cambio que proponemos.
¿Qué clase de cambio quieres tú?, ¿por qué es importante para ti?, ¿qué dificultades prevés y cómo vas a solucionarlas?, ¿a qué te comprometes?, ¿qué estás dispuesto a hacer para conseguirlo?, ¿cuándo vas a empezar?
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