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Diversidad

Por martes, junio 21, 2016

“Mi libertad la encuentro cuando busco la tuya”

El respeto a la DIFERENCIA para enriquecernos con la DIVERSIDAD.

Hoy me gustaría empezar con música.

Uno de mis compositores favoritos es Tchaikovsky. Su concierto para piano nº 1 emociona cada célula de mi piel, es como una sensación que va creciendo hacia adentro, anclándose en el corazón para llegar con toda su pasión a la mente. Allí, sus notas se entretejen con mis sueños y mis sentimientos.

Al avanzar, la música va tiñendo de fuerza mi vulnerabilidad. Me reencuentro conmigo misma, con lo que deseaba de pequeña y con lo que aún espero de adulta.

Quizá nos sorprendería conocer cómo este extraordinario músico vivió la culpa de saberse diferente en un mundo que no aceptaba la diversidad ni siquiera de uno de sus elegidos. Su sentimiento impregnó de tristeza el valor que necesitaba para seguir viviendo en aquellas condiciones.

Por desgracia para todos, no ha sido el único que ha sufrido la discriminación y la intolerancia de quienes pretenden hacer del mundo el suyo propio, en el que sólo una voz y una expresión es la autorizada. En ese mundo gris y monocorde, el pasado domingo 12 de junio de este año 2016, en el siglo XXI, y en el mundo más desarrollado, un fanático acabó con la vida de unos inocentes a los que eligió para justificarse a sí mismo.

No necesitamos volver la vista atrás, aunque sea al maravilloso y dramático siglo XIX para encontrarnos con más de lo mismo: la intolerancia de quienes no se toleran a sí mismos y se juzgan portadores del derecho a arrancar el derecho más básico del ser humano, el de vivir como cada uno decide, desde la dignidad personal, desde su libertad. Desde una decisión que protege la vida propia, la identidad, la esencia de la persona, la mía y la de todos los demás, incluso la de esa que decidió sacrificar la libertad de otros y la suya propia en una calle de Orlando.

Pensamiento, emoción, imagen, palabras, voz, creencias, edad, funciones, sentimientos, historia, cultura, capacidad, lengua, género son algunas de las barreras que pretenden separarnos a los seres humanos y a la vida que se expresa a nuestro alrededor de la que somos garantes y usufructuarios. El derecho a vivir y ser pertenece a la vida misma. Cada uno de nosotros somos una de sus manifestaciones. A esto llamamos ahora diversidad.

Cuando comprendí esto, que somos formas de ser de entre las infinitas formas que la vida puede expresar, me reconocí como una más en la totalidad del universo, con el mismo derecho y dignidad a existir, desde quien soy, como soy.

¿Quién no quiere tener el derecho a ser?

¿Quién puede juzgarse por encima de otro a ser más o incluso a ser en vez de ese otro?

Cuando era adolescente, como tantos en esa difícil y apasionante etapa de la vida, desee no ser, incluso no haber llegado a ser. Me dolía mucho la vida. Y aún conservo su dolor.

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Esta mañana, pensando en lo que me gustaría compartir con vosotros, lo recordé. Y entonces me pregunté: ¿qué hubiera sido de mi existencia de haberse terminado entonces?, ¿cómo habría sido mi vida de concluir con tan sólo quince años de experiencia?, ¿cómo es la que ya ha recorrido más de dos veces ese camino?, ¿en qué se diferencia?

La gran diferencia sería, ahora lo entiendo, que me habría privado de la libertad de ser mas allá de lo querido sin saber que podía no sólo llegar a quererlo sino a luchar por ello. A veces la vida me sigue resultando difícil vivirla y hay días que siento que no puedo con ella. Entonces, la pregunta es: ¿es verdad que necesito poder con ella?

Cuando regreso a mi esencia y desde ella observo mi mundo, puedo agradecer el milagro de ser, de estar viva y saberlo.  Estar viva en un mundo que va más allá del que yo interpreto. Un mundo construido con cada vida y presencia ajenas a mí, diferentes a mí. Es esa diversidad la que enriquece mi propio universo, la que lo expande.

Cuando me siento así, libre para ver más allá de mis propios límites, es cuando puedo comprender la grandeza de compartir otras emociones, otros colores, otros pensamientos y otras voces, incluso otros silencios que no son cómplices sino compañeros de mi vida.

¿Para qué renunciar a ser más y mejor, a poder ver con otros ojos, escuchar lo que mis oídos no pueden oír, sentir aquello que no está a mi alcance?

La frase del título, “Mi libertad la encuentro cuando busco la tuya”, me ha acompañado desde esa misma etapa en la que pensaba mucho y sentía con mucho sufrimiento. Hoy está integrada en mi vida personal y profesional, es a lo que me dedico, es lo que soy: una persona en busca de la libertad, la mía, que encuentro en cada tramo de un camino que me permiten recorrer a su lado quienes me eligen para descubrir su propia libertad.

Una de esas extraordinarias personas luchadoras por la libertad de otros, es un alumno mío, al que sólo puedo agradecer su generosidad por la grandeza de sus propias palabras de agradecimiento para conmigo. Qué cierto es que el maestro llega cuando el alumno está preparado. Él lo estaba y yo aparecí en su vida en el momento de giro, en el mismo punto de inflexión en el que la lucha se convierte en éxito, en reconocimiento. Gracias a su valentía todos somos un poco más libres.

A propósito, de nuevo de la matanza en La Florida, cuando mi alumno me escribió para comentármelo, le contesté: “Un horror, un odio que nos ataca a todos. Una pena para llorar por el ser humano capaz de hacerse eso a sí mismo. El fanatismo une lo peor y separa la verdad de la vida”.

Te propongo alguna pregunta para que encuentres tu propia grandeza en una vida enriquecida con la diversidad.

¿Qué te hace a ti ser diferente?

¿Cómo ha engrandecido tu vida la experiencia de la diversidad?

Desde la dignidad del reconocimiento de que todos somos diferentes y todos tenemos derecho a existir, a ser, me despido hasta un próximo encuentro en el ecuador del verano que ya ha empezado a despuntar con fuerza, aunque aún no lo llamemos así.

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Celebrar

Por domingo, mayo 3, 2015

Un día y otro, una llamada y otra, un encuentro y otro, y yo seguía sin poder decir “te quiero”. Tan fácil, ¿no?

Sí, para mí era fácil no decirlo y estaba acostumbrada a pasar de eso que sentía como una ebullición que iba subiendo desde muy abajo y muy profundo y que casi dejaba salir en palabras. Pero no, no salían. Me lo proponía, de hoy no pasa, hoy se lo digo, “te quiero”, sin más. Y, de nuevo, no salían esas dos simples palabras de mi boca, acostumbrada a decir tantas otras.

Un día, compré, en un portal de ventas de internet, un servicio de limpieza integral del coche. Tenía un buen descuento y me había hecho a la idea de que si no era tan bueno el servicio, perdía poco. Llegar al sitio fue una odisea, casi pierdo la hora de cita, me lo advirtieron. Y si la perdía, no podría canjear mi compra más adelante, el servicio caducaba ese mismo día. Estoy acostumbrada, también, a perderme entre las pocas, para mí infinitas, posibilidades de perderse en una ruta con navegador.

¿A cuántas cosas más estoy acostumbrada a perder?

Esa tarde en que llegué a tiempo, después de mil vueltas alrededor, dejé el coche en la empresa y sin otro medio de comunicación, tuve que esperar dos horas en un polígono a que realizaran el servicio.

Puede volver en dos horas, me dijeron, al entregar las llaves. ¿Qué? Eso no estaba advertido en el anuncio ni tampoco lo pregunté yo, ni indagué en dónde estaba el sitio y qué había en sus alrededores.

Salí, cargada con el bolso y la cartera de trabajo, dispuesta a disfrutar de esos alrededores que me parecieron un páramo, desde luego por el frío. Justo al lado, casi puerta con puerta, había un restaurante de los que se anuncian como los mejores. Su nombre era muy conocido. Entré. Un café, por favor. ¿Lo puedo tomar en una mesa? El restaurante estaba vaciándose de comidas de directivos. Algunos alargaban una sobremesa con la bebida de moda que tomaban, sin humo, por supuesto, pero con la misma o mayor avidez que cuando casi todos fumaban.

Nadie me miró. Yo les observé a todos. Me divertía la escena. Apuré el café como si cada grano fuera tostado y triturado antes de hacer la infusión, especialmente para mí. Con azúcar moreno. Me imaginé con todos los derechos a estar allí. Un día volveré y consumiré su menú degustación, el de los anuncios en la radio. Estas cosas me las decía para no sentirme excluida, con derecho absoluto de usar esa mesa de ese comedor de 40 € mínimo el cubierto.

Allí empecé a pensar en que esta vez sí lo diría. Lo pensaba de otra forma, lo pensaba con el corazón y con las tripas y con algo más, algo nuevo. Un recurso que sabía utilizar en otros ámbitos de mi vida. En mi profesión, sin duda. En ella era una experta. Afrontar el reto. Me encantan los retos. Me apasiona la sensación de ir más allá de las posibilidades, incluso de las que nadie ve.

Decidí que esa tarde sería el momento de decirle: te quiero. Arriesgarme a salir de mi zona de confort, en la que la costumbre, aunque me duela, es la que conozco y es en la que me siento segura.

Después de sólo media hora de café a cubierto, salí a la calle, con más frío aún, en un anochecer de mediados de diciembre.

Llevábamos muchos años juntos, algunos en los que nos distanciamos. Yo me distancié para ser capaz de seguir queriéndole. El número de su móvil lo tengo grabado en “mis favoritos”. Lo seleccioné y esperé. Tardó una eternidad en contestar. Deja que suene, lo mira de lejos y…¿Sí…? Su pregunta, la de siempre, tuvo una contestación distinta, única. Te llamo para decirte que te quiero…

Qué anochecer tan bonito de agradecimiento. Una tras otras se fueron colocando las palabras entre nosotros como si siempre hubieran estado ahí para nosotros, esperándonos a compartirlas, a decírnoslas cuando nosotros estuviéramos preparados para oírlas.

Gracias, vida, por el amor que hay en mí. Gracias, amor, por la vida que me das.

Ha sido un punto de inflexión en nuestras vidas. Y tengo muchísimas ganas de volvérselo a decir.

Aquel día fue como entrelazar toda nuestra infancia juntos, nuestra adolescencia y los años que luego empezaron a separarnos, y tejer con ellos lo que nuestros nombres, los mismos, sienten, libres de egos, libres de personalidades. Tejer y retejer las veces que haga falta una vida llena de un amor que va más allá de lo que nos digamos, de lo que seamos capaces de decirnos con palabras.

celebrar día de la madreTe quiero y quiero seguir compartiendo mi vida contigo.

Hoy celebro el amor de mi madre que nos ama tan profundamente a los dos, que nos dio la oportunidad de conocernos y caminar por la vida sabiendo que el otro siempre estará ahí para mí, para él.

 

Hoy saldremos a celebrarlo.

 

Te invito a celebrar lo mejor de tu vida con quienes forman parte de ella. Y te invito a decírselo, a decírtelo a ti.

 

 

 

 

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Dar testimonio

Por martes, febrero 17, 2015

Dar testimonio es ofrecer la palabra propia como afirmación de algo. Ser testigo de que algo fue así, tal y como se cuenta. En coaching, se dice que las afirmaciones, uno de los actos lingüísticos básicos, describen el mundo, hablan de él sin enjuiciarlo.

Mediante el testimonio de alguien, podemos conocer lo sucedido sin haber estado allí. Es como si nuestros sentidos pudieran percibir eso ocurrido a través de los ojos y oídos del otro.

 Los testimonios nos permiten conocer lo que aún no conocemos. Por eso es tan importante dar testimonio. Y por eso es imprescindible que cumpla con su propósito de fidelidad a la experiencia, a la realidad observada. El testigo se convierte así en un referente que pone su crédito personal como aval de esa realidad de la que da cuenta.

¿Has ido alguna vez a algún sitio, has hecho un viaje, porque alguien te lo ha recomendado?, ¿has hecho algún curso basándote en lo que te han dicho?, ¿has comprado algo por recomendación de alguien?

Yo no entiendo de coches, antes decía incluso que no me gustaban. Pero ya he tenido varios. La decisión de comparar cada uno ha estado basada, fundamentalmente, en lo que una persona muy querida por mí y que sí entiende, me ha dicho en cada ocasión. Su testimonio ha sido la clave para que yo pudiera elegir con confianza, con la seguridad de que lo estaba haciendo bien.

 Yo no entiendo de muchas cosas ni he estado en muchos sitios. Pero si algún día decido hacer el viaje que sueño, preguntaré a mi referente en esto. Alguien que sí ha estado allí y ya ha vivido esa experiencia. Alguien en quien confío plenamente.

Nuestra vida está plagada de decisiones grandes como la alta copa de una  secuoya roja, o pequeñas como una perrita pincher miniatura. Las hay de todos los tamaños, entre las que tomamos escuchando el testimonio de otros.

Nos ayudan a elegir. Nos facilitan esto que llamamos vivir. La vida es una elección permanente.Dar testimonio“El que manda no se pertenece a sí mismo”, dice Dña. María Pacheco, regidora de Toledo tras la ejecución de su marido, Juan de Padilla, capitán general de los comuneros de Castilla, en la película “La leona de Castilla”. Una película muy antigua que acabo de ver por casualidad justo cuando estaba escribiendo este texto.

A la viuda de Padilla se la llamó “el último de los comuneros”. Fue una mujer valiente que defendió sus creencias frente a todos por salvaguardar los valores de su pueblo, sus fueros, su libertad.

Ella eligió ser leal y fiel a los principios que compartía con su esposo y con su pueblo. Ella eligió, siguiendo el testimonio de su esposo. Eligió mandar cuando todo estaba perdido, le decían algunos. Pero siguió a su corazón que latía de acuerdo a los principios de quien más quería y respetaba.

Ésta fue una de esas decisiones grandes que trascienden nuestras propias vidas.

Ayer, comiendo con mi madre, le dije que se ayudara con el pedacito de biscote, como hacía en el hospital. ¿Qué hospital?, me preguntó. Ya no recordaba que, en la antesala de la navidad, la habían operado por romperse la cadera, la otra, la buena, como decía hasta entonces.

En ese momento elegí aceptar, como ella, como me enseñaba con su testimonio, que la vida se vive en presente, como su presente continuo.

Al dar testimonio ayudamos a decidir de entre las posibilidades que alguien se plantea. Pero, sobre todo, somos coherentes y fieles a nuestro compromiso con la verdad de la realidad que hemos vivido, de la que hemos sido testigos.

 Te animo a que des tu testimonio, a que lo dejes a disposición de quien pueda necesitarlo, aquí mismo, en esta página que construimos juntos.

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Gracias,  

Por miércoles, diciembre 3, 2014

Gracias,

Había escuchado muchas veces esta palabra y también la había pronunciado. Hasta que me di cuenta de lo que me hacía sentir, desde entonces…

 Ésta es la pequeña historia de un gran descubrimiento.

¿Desde dónde?, para empezar por donde muchos eligen…

“La palabra gracias proviene del latín gratis, tus. Y ésta, del griego jaire. En ambas lenguas significa gratuito, sin coste. Por extensión, podemos decir que es algo que nos viene dado sin pedir o dar nada a cambio.”

En vez de buscar en un diccionario y perderme en propuestas de significados y de orígenes, he preguntado a mi referente en esas cosas profundas del pensamiento que tanto nos gustan a los dos. Esta búsqueda es más divertida, es jugar con los significados a partir de lo que han pensado otros y encontrar lo que tienen de valor para nosotros.

Prefiero aprender de quien sabe más que yo y disfruta explicándomelo. Además de compartir el aprendizaje, ha sido otro momento gratificante para poder compartir un poquito más de vida.

Para llegar a escribir esto que ahora comparto contigo dentro de esta comunidad que hago tuya, voy de la mano de una experta en hablar con otros a través de este medio infinito, casi sin límites, que nos permite estar junto a cualquiera en cualquier momento en cualquier lugar. Gracias a ella también.

¿Qué puedo hacer diferente?, ¿cómo puedo mejorar? A cada rato, escuchando el ejemplo de quienes me enseñan con sus propias vidas. Un silencio cómplice y una palabra retadora, un abrazo y un poner las cosas claras, para no esconderme y mirar la vida como es. A quienes quiero por lo que me hacen ser. La amistad incondicional, con cada uno de sus nombres.

La excelencia en su profesión, con una generosidad sin límites que comparte conmigo, tiene el nombre de una mujer, tan sencilla que sólo su grandeza la hace pasar desapercibida. Me enseña a dar siempre lo mejor, en un trabajo científico, en un roscón horneado en casa, en un paseo por la sierra, en algo que ha encontrado…para mí. Gracias.

Para mí, la vida está llena de referencias, de signos que me señalan caminos por los que ir y a los que no volver. Y de personas que han salido a mi encuentro para hacer de ese camino el que me lleva a donde de verdad necesito y quiero llegar, a lo mejor de mí.

Antes, hace un ratito ya en mi vida, pensaba que algunos de esos signos estaban equivocados y que las personas que encontraba no eran las que necesitaba. Desde que conocí a otra de esas personas clave en mi vida, mi referente en el desarrollo personal, comprendí que todo lo que me sucede, todo, “pero sólo en el 100% de las veces”, como ella dice, es lo que tiene que ser, porque es lo único que es. Agradecer a la vida que me trae lo que necesito. Querer lo que la vida me da, y me dará lo que quiero. Así de simple, amar lo que es.

Alguien que me enseña a cada paso, a quien agradezco su respiración profunda, incluso sus ronquidos y sueños —por no contar más intimidades minúsculas y mágicas—, acurrucada en mi regazo, es otro de mis grandes referentes en la vida. Mi perrita. Ella sí que es una maestra en amar lo que es, sin más.

Me encanta disfrutar el aprendizaje. Me apasiona aprender disfrutando. A estas alturas de mi vida, sólo me permito hacerlo así. Sea lo que sea que quiero aprender, lo transformo en un juego, en un momento de recreo entre las obligaciones de cada día, a las que prefiero llamar decisiones que elijo.

Si me levanto y voy a trabajar es porque así lo decido. Si acompaño a mi madre en este momento de su vida de tránsito entre lo que su memoria le permite reconocer y lo que la está abandonando, es porque elijo estar a su lado. “Si…es porque sí”, sencillamente, lo elijo. Y a ella, mi gratitud absoluta, con un río de agua salada desbordándose en mi mirada.

Agradezco la confianza de quien la deposita en mí haciéndome sentir como él me ve. Lo que me acerca cada vez un poquito más a quien yo quiero ser. Agradezco su lealtad de “niño con ganas de aprender”, al lado de una “niña con ganas de enseñar”, como nos dijo una alumna. Gracias también a ella y a todos los que me permiten aprender enseñando.

Y un abrazo y un silencio y una escucha y una palabra de reto y…estar a mi lado cuando nos divertimos, cuando la tristeza me invade, cuando…lo necesito. A todas esas personas que entraron en mi vida por el portal grande o por la puertecita de atrás, gracias, mis amigas, mis amigos.

Al terminar este texto, se lo leeré a alguien que me va a decir lo que de verdad le parece, sin halagos. Y como es visual más que auditivo, se lo mandaré para que le “eche un ojito”, como él dice. Confío en su criterio y en su cariño para decirme lo que necesito. Es otro de mis referentes. Gracias por estar ahí, aquí.

Confiar y compartir son palabras que están a cada rato en mis manos y en mis labios, al escribir, al hablar. Te invito a que las uses desde el corazón, con toda la lógica del mundo. A mí me sirven, quizá a ti también, para hacer más grande mi realidad, para incluir a otros, a quienes agradezco su paso por mi vida.

A mis referentes, a todos los signos de mis caminos, a los que mis células recuerdan su nombre, incluso a los que he olvidado, gracias.

Para terminar, ¿hacia dónde?… Por donde tú decidas.

¿Te gustaría descubrir tu propio mapa de agradecimiento y experimentar lo que ves, lo que escuchas y lo que sientes cada vez que dices gracias?

Agradecer es un regalo que vuelve a mí como un boomerang con toda la fuerza del corazón del otro.

 

Gracias por tu mirada y tu escucha.

 

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Te invito a un VIAJE juntos

Por lunes, diciembre 1, 2014

Hola,

A ti, que viajas por este universo de ecos de palabras que nos escribimos en busca de un destinatario. A ti, que acabas de aterrizar entre estas líneas, gracias por tu visita.

Estás en un espacio de creatividad y crecimiento que te llevará hasta donde decidas llegar.

A lo largo de estas páginas, que recorrerás a tu ritmo, quizá encuentres justo las preguntas que te ayuden a dar tus propias respuestas.

¿Te atreves a explorarlas?

En ellas hay experiencia y conocimiento, saber y habilidad, entretejidos con una pizca de pasión y humor, la suficiente como para que disfrutes de un paseo por la orilla de un mar que te habla con el rumor de sus olas sobre la arena.

Aquí hay propuestas para la acción a través del coaching, de aprendizaje para la transformación, de comunicación eficaz. Y todo esto, ¿para qué? Para alcanzar nuestros objetivos, para estar a gusto, ¿para qué más?, ¿cuáles son tus palabras?, ¿cómo describirías eso que hay detrás de lo que decimos, eso que ocultan nuestras conversaciones habituales, las tuyas?

 Escucha, escúchate.

Te invito a un viaje juntosA lo largo del viaje por estas páginas, aprenderemos a mirar el mundo para ver lo que antes no veíamos. A escuchar lo que no podíamos oír. A sentir lo que desconocíamos. A descansar del ruido y las luces estridentes y las emociones que colapsan nuestros sentidos. Y a apostar por nosotros.

Apuesta por ti, crea, asómate a tu interior y descúbrete. Todo está ya ahí.

Te acompaño en este maravilloso descubrimiento.

A tu lado, si me lo permites, caminaré para que seas tú quien decida su propio sendero, para descartar lo que ya no te sirve, para agradecer lo que ha sucedido y las soluciones que has dado en el pasado. Para mirar hacia el futuro afrontándolo con abundancia de posibilidades, de opciones, para elegir la más adecuada a cada instante, la que te sirve a ti, aquí y ahora, para llegar a donde realmente quieres llegar. En plenitud de recursos, como vale la pena y la alegría de vivir.

Utilizaremos las palabras para describir eso que hay detrás de lo que ocultan ellas mismas, las que expresan pensamientos a los que nos apegamos, que no queremos como nuestros y que, a veces, ni siquiera lo son. Con las palabras, las nuevas, las elegidas desde la atención consciente, crearemos la realidad en la que queremos de verdad estar.

¿Cómo? Con confianza, con serenidad, en un juego en el que se dan la mano la experiencia y la aventura.

Como cuando éramos personas decididas a ser nuestro sueño, a vivir nuestra ilusión. De niños, correteando sin miedo a caernos, explorando la vida que se hacía más viva con cada paso que dábamos por ella, con cada caminar despacio o a zancadas subiendo escaleras. O gateando por el suelo de la cocina de mi casa y levantarme y… andar por primera vez, vacilante pero segura de conseguirlo.

Te dejo por un instante para que pasees por estas palabras y por los silencios que hay intercalados en ellas, a tu ritmo, según los latidos de tu corazón y los impulsos de tu mente atenta a descubrir…

…lo que estabas buscando…

…tu propio sendero por recorrer.

Nos encontraremos cuando quieras.

Aquí estoy, muy cerca de ti.

 María Luisa Martín Miranda

Coach para vivir el cambio

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