
En nuestro anterior encuentro hablamos de indagar en aquello que queremos que esté en nuestra vida y lo que no.
Espero que el ejercicio que te proponía te haya ayudado a descubrirlo. Yo, como te decía, lo sigo utilizando desde la primera vez en que aprendí con él a diseñar mis objetivos más personales, más íntimos, sobre los que menos había pensado pero los que más pesaban hasta entonces en lo que había hecho, como luego me he dado cuenta.
Al terminar, compartí también mi propia experiencia sobre el darme cuenta de eso bonito que hay en mi vida ahora, todo lo que me permito que entre. Y también aquello a lo que he puesto límites. Y es a propósito de esto último que te sugería que habláramos hoy.
¿Qué hay aquí y ahora en mi vida, lo quiera o no? Porque lo que hay es lo que, en alguna medida, he permitido que esté. Y quizá no ha sido de manera consciente, pero ha sido así.
Reconocerlo es dar un paso de gigante al descubrimiento de quién soy y cómo soy a través de la historia de mi vida.
Y el mayor descubrimiento es reconocerme como la persona que da significado, que interpreta eso que está en mi vida, ese hecho, esa circunstancia, esa relación. Éste es el primer paso, el trascendental, el que me hace responsable de cómo me siento, de qué papel sí he decidido interpretar: ¿víctima, quizá?
Las circunstancias de nuestra vida pueden ser tan duras como las que vivimos y observamos a nuestro alrededor.
Pienso en una persona que se ha quedado sin trabajo y que pasan sus días y cómo va sintiéndose con cada intento, con cada “no” que escucha.
¿Qué podría hacer diferente? ¿Cómo podría estar viviendo ese momento pero de una forma que no sea culpándome y culpando a tantos a mi alrededor, sintiéndome víctima y, por tanto, sin capacidad para cambiar?
Sí, asumiendo la responsabilidad del significado que le otorgo a esa situación y asumiendo que en mí está pasar de víctima a poder hacer: a experimentar lo que significaría sentirme competente y válida, quererme, respetarme, cuidarme. A esto lo llamamos autoestima, valorarme yo.
Si me doy permiso a ser válida podré hacer cosas diferentes, seguir preparándome, quizá dar un rumbo diferente a mi orientación laboral, buscar otras posibilidades.
Si creo que no puedo, lo que encontraré también, seguiré encontrando en mi vida que: no puedo.
La vida se encargará de confirmar todas mis creencias.
Se trata de explorar nuestra responsabilidad frente a las infinitas posibilidades.
Es verdad, es muy importante ese matiz, tanto que a mí me ha impedido ver que era yo quien lo permitía, incluso con tanto sufrimiento, con tanto dolor añadido al dolor.
Y es verdad que mostrando a los demás, ahora a ti, que me lees o escuchas estas palabras, porque antes me lo he mostrado a mí misma: cómo el poder verlo desde la «abundancia», desde mis posibilidades, es lo que me ha permitido hacerme cargo de mi responsabilidad y ver lo que no estaba haciendo y lo que sí podía hacer. Qué dejaba de escuchar, a quién dejaba de escuchar: a mí, a mi sabiduría, a la que no reconocía ni valoraba, y a otros que me podrían estar acompañando de otra manera, la que yo necesitaba para cambiar.
Es cierto, a veces, muchas, nos llegan cosas que hubiéramos preferido descartar antes de que entraran, y que incluso tratamos de ignorar cuando ya son una realidad en nuestras vidas.
A mí, hablando en primera persona del singular, como he aprendido a hacer, algunas de esas veces me habría gustado ser una de esas niñas que hacen gimnasia rítmica, tan flexible y elástica como para sortear esas cosas que hubiera preferido no tener en mi vida. Esquivarlas con un movimiento de mi cintura, para que pasaran de lado. O dando un salto por encima, impidiendo que chocaran contra mí.
Pero no ha sido así y eso que no quería me ha dado de lleno en el cuerpo, en el corazón y en la mente. He sentido, he pensado y he actuado condicionada ya por esa presencia de algo no deseado.
Como por ejemplo, cuando un mismo tipo de persona ha estado en mi vida. Y me preguntaba por qué siempre me tocaba a mí y por qué no me llegaban otras. He ido repitiendo ese modelo de presencia, de relación hasta que……..me he dado cuenta, hasta que le he puesto conciencia, he enfocado sobre mí y no sobre los demás.
Sí, como puse esa consciencia en lo más doloroso que me ha sucedido: la ausencia de una persona querida, a la que no he sabido dar todo lo que se merecía y que me merecía yo también, o eso pensaba en aquel momento. Éste es otro ejemplo de mi vida: mi padre, ya presente para siempre en ella, con todo mi amor, a pesar de todo el llanto, de todo el dolor de la separación, de su muerte.
Darse cuenta, aquí empieza el desarrollo personal. Mirar, mirarse, indagar en qué hago, cómo lo hago, qué valoro, qué creo, quién soy. Darme cuenta.
Si me doy cuenta, si me veo, me escucho y me siento, ya no puedo cerrar los ojos, taparme los oídos y la boca, y hacer como si nada hubiera pasado. Porque sí ha pasado. Y, afortunadamente, lo he visto, escuchado y sentido ya. Y de eso puedo aprender. Porque se convierte no en algo que quiero sacar de mi vida, sino en algo que está en ella para que yo comprenda algo muy concreto, para que aprenda.
Ahora puedo trabajar frente al espejo, viéndome a mi misma, escuchando mis propias palabras, mis pensamientos, mis sensaciones, mis emociones, mis sentimientos. Y puedo aceptar que eso que está en mi vida, que condiciona mi forma de hacer, incluso de sentir y pensar, es porque yo he permitido que esté.
Darme cuenta y aceptar para poder cambiar lo que decido y quiero cambiar, como por ejemplo, no seguir permitiendo que ese tipo de relaciones se den en mi vida.
Ahora aprendo a poner límites, no a los demás, sino a mí misma. No es que no permita a otro que entre en mi vida, es que yo no me permito a mí misma entrar en ese tipo de relación. Y elijo cómo sentirme y qué significado otorgo a eso que sucede, descubriendo para qué me sucede, no porqué, sino buscando lo que me lleva a estar mejor, a ser mejor, al futuro, sin necesidad de justificarme ni culparme a mí ni a nadie, aprendiendo. Para qué es la pregunta del cambio, del logro.
Así, todo el peso de la responsabilidad sobre mi vida vuelve a estar en el centro de ella: en mí. Así, vuelvo a recuperar mi presencia absoluta en ella. Así, cojo las riendas de mi vida o, simplemente, el mando de la tele, ese con el que cambio de canal cuando algo no me gusta o con el que selecciono esa película que me intriga, ese programa que me interesa o esa tontería que en ese momento me distrae. Sea lo que sea, soy yo la que escoge, la que se pone límites a ver y no ver. A irse a la cama antes para descansar mejor y estar más despierta al día siguiente.
Con esta forma de estar en mi propia vida, de ser más consciente, aprendo a aceptar lo que la vida me da, confiando en el aprendizaje que me reserva, en ese regalo que supone cada entrega de la vida. Ahora, las personas y las situaciones serán mis maestras y el patio del colegio en el que juego y aprendo.
Esta manera de entender mi vida me da permiso a vivirla desde la confianza y no colocándome a la defensiva, protegiéndome, intentando evitar lo que llegará si necesito aprender algo. Y sin enfundarme en una coraza que sólo me aísla a mí, que es a mí a quien hace daño e impide sentir, respirar, tocar, oler, disfrutar.
No necesito protegerme, sino estar preparada, con los ojos abiertos, despierta, y el corazón sereno y apasionado, dispuesto a esperar lo mejor, y la mente despejada, sin telarañas que me oculten lo que antes me decía que prefería no ver.
Me acuesto y me levanto despierta, atenta a lo que el nuevo día me trae, preparada para recibir su regalo y disfrutarlo, en plenitud de recursos para celebrarlo. Buscando el para qué en cada pasito que doy.
Esto me encantaría que lo siguiéramos hablando, quizá en el próximo encuentro en nuestro rincón, el de Cleo.
5
Jemago
diciembre 29, 2015Me impresiona la profundidad del relato. Veo que es el relato de una experiencia propia. Eso me llega. Y agradezco tu reflexión y sobre todo tu actitud al compartirla, porque de esa forma me ha llegado a mí, y yo también aprendo y me beneficio de tus experiencias. Gracias.
admin
febrero 8, 2016Muchas gracias, así es, es un relato propio de María Luisa y me alegra que así lo sientas.
Maria Luisa
mayo 3, 2016Cada día avanzo un poquito en el conocimiento de quién soy y cómo puedo estar donde he decido estar. Para llegar, ese cada día suelto un poquito más la cadenita que sigilosamente me estaba atando, mi límite, mis límites. Poco a poco, me doy cuenta de dónde están.
Gracias por tu reflexión.