
A menudo nos decimos que nos falta comunicación, que necesitamos más comunicación, que la comunicación falla, que es imposible comunicarse, que se nace comunicador o no, ¿no es verdad? Estos son algunos de los mitos de la comunicación que contribuyen a que nuestras conversaciones no alcancen nuestras expectativas y vivamos casi en un continuo malentendido.
Sin embargo hay quienes se comunican de otra forma. Ellos practican una comunicación con nombre y apellido, una comunicación eficaz. ¿Cómo lo hacen? ¿Es posible ser uno de ellos y ahorrarme conflictos, enfrentamientos y frustraciones? Claro, si alguien puede, todos podemos. Es cuestión de aprender.
Comunicarse eficazmente es algo muy distinto a hablar más. No se trata de cantidad sino de calidad.
¿Cómo son mis comunicaciones? ¿Qué canal utilizo?, ¿identifico el que utiliza mi interlocutor?, ¿cómo puedo sintonizar con él?, ¿empleo las palabras adecuadas, las que quieren decir lo que quiero decir y las que la otra persona comprende?
Además de con palabras, ¿cómo me comunico? ¿Qué dicen de mí mis gestos, mi postura, mi imagen, mis silencios, mi voz, mi mirada?
¿Te has preguntado alguna vez qué fue lo que pasó para que no te entendieran con lo claro que creías haber hablado o que no aceptaran tu ofrecimiento cuando tu mensaje era tan positivo? Ponte en el lugar de tu interlocutor, mírate con sus ojos, escúchate con sus oídos, experimenta la emoción o el sentimiento que produce tu mensaje en él.
El lenguaje nos abre y cierra puertas. Con el lenguaje abrimos y cerramos puertas. ¿Notas la diferencia entre las dos expresiones?
Una cosa es escoger y otra que te escojan. Cuando aprendo a verme, escucharme y sentirme tengo la oportunidad de comprender el mensaje de la otra persona en su totalidad. Cuando me comunico eficazmente, mi interlocutor entiende lo que le digo y cómo se lo digo, con congruencia entre mis palabras y mis gestos, entre mi comunicación verbal y no verbal.
Esta congruencia es lo que da credibilidad a lo que digo y permite que sea entendido mi mensaje. Cuando estoy atenta a mi comunicación no verbal, puedo ver si la otra persona también me entiende. ¿Cómo lo hago? Observando los gestos, postura y mirada del otro, el tono y timbre de su voz que refuerza o no lo que me dice. Es un proceso dinámico, una reacción bidireccional en la que ambos participamos activamente, queramos o no, porque es imposible no comunicarse.
La comunicación no verbal traduce nuestras palabras en clave, dándoles o quitándoles crédito. Mientras observo y me observo para sincronizar mis palabras y gestos con los de mi interlocutor, estoy poniendo mi forma de entender el mundo a disposición de la forma de entenderlo del otro. En ese momento comparto mi mapa con el suyo. Es como si extendiera ese mapa mental que contiene la representación de mi mundo, de mi forma de entenderlo, ante los ojos del otro, facilitándole a él también que me muestre el suyo para llegar a entendernos. Si lo logramos, estaremos más cerca de aceptarnos y, quizá, de caminar un tramo juntos. Desde luego, habremos conseguido saber de qué hablamos cada uno, sin malos entendidos.
La PNL (Programación Neuro-Lingüística) nos abre las puertas a esa comprensión del mundo, del propio y del ajeno. Escuchar, ver y sentir son nuestros canales de comunicación y representación de la realidad. Son los caminos que utilizamos para crear nuestro mapa.
¿Qué podemos hacer para aprender a comunicarnos eficazmente? y ¿cómo lo hacemos? Utilizando nuestros sentidos, nuestros canales de aprehensión del mundo.
¿Te animas a verte, escucharte y sentirte?, ¿te atreves a ver, escuchar y sentir al otro? Si lo haces, estarás preparado para comunicarte eficazmente.
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